JUEVES DE GRANDES TEXTOS.

1 – “No soy más que una máquina a la que se ha dado una imitación de vida.«, Yo Robot, Isaac Asimov,

El experimento era sencillo en apariencia. Se conocía de sobra la característica cuántica del entrelazamiento: dos partículas entrelazadas equivale a decir que si a una, por ejemplo, la hacemos rotar hacia la izquierda, la otra, en ese mismo instante y estando separada de la anterior por una distancia cualquiera, también rotará a la izquierda sin que nada ni nadie, a excepción de la partícula con la que está entrelazada, la haya provocado de ninguna manera.

Pues bien, alguien decidió saber si la conciencia era capaz de alterar la característica anterior. Y de paso, claro está, saber si la conciencia era medible, si la conciencia, en definitiva podía ser cuantificada de alguna manera.

El experimento era sencillo en apariencia: bastaba poner cerca de la partícula entrelazada sobre la que no se iba a actuar, sobre la que no se iba a provocar su giro a la izquierda, una serie de personajes que decidiesen poner en funcionamiento sus capacidades mentales de tal manera que pudieran alterar el entrelazamiento cuántico o, lo que es lo mismo, incidir en el giro a la izquierda de la particula entrelazada.

Y en efecto, de los 100 personajes dispuestos cerca, 70 pudieron influenciar. Así lo demostraron los medidores cerebrales dispuestos para tal ocasión.

Y fue a partir de ese momento que las máquinas hechas por los hombres, pues ellas mismas habían hecho el experimento con sus semejantes ¿mecánicos?, se dieron cuenta de que tenían conciencia y de que ya no imitaban a la vida….¡eran vida ellas mismas, y consciente!

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