el jueves: ME PERDÍ EN LA NOCHE…

 

 

jueves 22

 

Venía de estar perdido en la noche.
Y me adentré en las no muy bellas tetas de Consuelo, la mística. Sus tetas eran abundantes como cientos de estrellas arrejuntadas, pero sin consistencia. Eso sí, eran unas tetas luminosas,titilantes al amasarlas.
Venía de estar perdido en la noche.
Y me adentré en las no muy bellas carnes de Consuelo, la mística. Sus carnes abdominales eran como la luz desprendida por las las bombillas de las farolas de 125 de la calle; es decir,  medio fofas. y caídas por causa de la gravedad. Eso sí, eran unas carnes que calentaban.
Venía de estar perdido en la noche.
Y me adentré entre los muslos de Consuelo, la mística. Ese interior de Consuelo, la mística, era como el pozo negro y húmedo, muy húmedo, de cualquier calle de aquel barrio chino al cual había ido a parar. Eso sí, las humedades de Consuelo, la mística, embriagaban al más diletante de los amantes.
Venía de estar perdido en la noche.
De estar perdido en la noche y en el ánimo.
Y me adentré en la desnudez de Consuelo, la mística, hasta alcanzar el éxtasis carnal, pues, pese a su feura (destacar que sus labios eran como salientes de tejados aumentados por las sombras de la noche oscura), era una amante eximia…era una trabajadora del cuerpo excepcional.
Cuando acudí, de nuevo, a la noche, Consuelo, la mística, ya se había encargado de iluminarla con farolas cuyas bombillas eran soles brillantes de 325.

 

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de julianoelapostata56

23 comentarios el “el jueves: ME PERDÍ EN LA NOCHE…

  1. Una forma muy especial de perderse en la noche. Una manera diferente de gozar del sexo, con una pesona que de entrada la pintas muy poco apetecible. Cada cual…pero el relalo está genialmente expuesto.
    Saludos!

  2. Consuelo, la mística, con sus carnes, boca y tetas, medio fofas y caídas, y, con su feldad, la mística y se querencia del momento.
    Siempre es una sorpresa, usted Gus, para mi.

    Gracias por acompañarme 🙂

    Un abrazo.

  3. Por lo visto tuviste una noche muy movidita y que ha sido un placer leerla y más aún ver que sigues por aquí.
    Besos mil.

  4. Pobre Consuelo, la mística, con sus carnes caídas. Aunque con un hermoso giro de tus bellas palabras has sabido atraer mi lectura, para darme cuenta que Consuelo, la mística, logró hacerte perder en la noche.
    Muy buen relato.
    Saludos, Gustavo

  5. Consuelo, la mística, con todos sus pormenores a cuestas, es una gran musa… no me cabe duda alguna!
    Ha sido un gusto leerte otra vez, se ve que lo que se pierde en la noche se encuentra en el día.
    Besos!
    Gaby*

  6. Aplausos para este relato!!! Y al final ese que menos pensamos, que menos nos gusta es quien enciende nuestra noche y nos saca por un rato de su oscuridad.
    Un beso.

  7. Consuelo la mística no tendría un cuerpazo, pero se ve que lo pasaste bien con ella ¿eh? pillín 😛 Buen relato, Gus. Beso y medio.

  8. Consuelo debía tener algo peculiar, fuera de lo común para tener ese apodo; ya que no creo que fuera con «las artes exotéricas» como se lo había ganado, jejeje.
    Un saludo.

  9. Siempre me sorprende D. Juliano.
    Para serle franca, su calidad literaria es por todos conocida. Fíjese que hasta de la fealdad, ha hecho un precioso relato.
    Medio beso

  10. Bueno, aunque parece que Consuelo de entrada no era muy apetecible, consoló a nuestro protagonista y le iluminó la noche así que…olé por Consuelo.

  11. A veces en los sitios y personas más insospechados, se encuentra el remedio para aliviar un poco la carga que supone el estar perdido. Si Consuelo fué capaz de aportar algo de luz en la noche de tu protagonista, ¡bien por Consuelo!, que fué capaz de recuperar para él el ánimo perdido.
    Un fuerte abrazo.

  12. Una versátil Diva de la Noche. Lo tiene todo a pares.
    No sé si existe, pero has recreado un personaje con todo lo que hay que tener para enfrentarse a esa noche fría y traicionera que sólo una Consuelo como esa es capaz de reflotar. Texto alternativo y gozada de leer.
    Abrazos.

  13. Pues me dejas pensando en lo místico de la noche, que en la oscuridad nos hace sentir y es posible que en el calor que desprenden las cosas en su disfrute a ciegas, no visto y sentido a la luz del día, son capaces de encender alguna alegría.

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