SUCEDIÓ EN EL BUS

No duermo, no puedo dormir en un bus que atraviese la noche. Y da igual la profundidad de la oscuridad. Aunque chisporroteen las estrellas melodías para acunar, no puedo dormir en un bus que atraviese la noche.

Así que para sosegarme busco a los durmientes en asientos ajenos al mío. Y maquino cómo quitarles el sueño…para siempre. Claro está.

Acecho a los solitarios. Me da lo mismo a qué distancia se encuentren de mi asiento. Y como soy tan sigiloso como gato montés, nadie de los despiertos  se percata de mis cacerías.

Sabíais que una aguja de hacer punto, metida con un golpe seco en el oído hasta el fondo, produce una muerte silenciosa e instantánea? Yo sí lo sé. También lo supieron el gordo bebido del asiento número 3 y la vieja maloliente del 24 y la joven puta compañera mía.

Cuando terminó el viaje en la estación de la ciudad Condal había librado al mundo de tres asquerosos humanos. Cuando llegué al hotel dormí a pierna suelta y con una sonrisa plasmada en mi rostro. Eso, al menos, me dijo la detective que me detuvo.

 

más en lo de alfredo

de julianoelapostata56

7 comentarios el “SUCEDIÓ EN EL BUS

  1. Áspero y directo a los riñones. Yo también he dormido mejor sabiendo del fin de esos tres asquerosos humanos. Algún día deberías plantearte publicar una selección de tus relatos. No digo de tus mejores, digo de cualquiera de ellos. El lector necesita cuentos alternativos, entrañables (de las entrañas), que te dejen como si te hubieran metido una aguja de hacer punto. Abrazos.

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